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Sobre el poder, de Byung-Chul Han
En su último libro, Byung-Chul Han aborda la cuestión del poder con el propósito de ofrecer un retrato completo más allá de nociones parciales, definiendo de una manera adecuada tanto sus fundamentos como sus modos de expresión en la actualidad.
El filósofo define la sociedad capitalista no como una represiva sociedad del imperativo, más propia del S.XX, sino como una sociedad del rendimiento. En ésta, la explotación retratada por Hegel en la dialéctica del amo y el esclavo ha sido optimizada en una dinámica por la cual el esclavo se esclaviza a sí mismo, en el que el panóptico de Bentham queda reemplazado por una completa transparencia, la psicopolítica deja atrás a la biopolítica y, en definitiva, el ejercicio brutal y directo de la violencia se ve reemplazado por un poder más sutil que apremia al sujeto a participar en él, en sus dictados y normas. Más próximo por lo tanto a Huxley que a Orwell, Han penetra en la tesis planteada en La sociedad el cansancio, La sociedad de la transparencia y Psicopolítica para analizar la raíz no ya de este tipo de poder, sino del poder como idea.
En la sociedad contemporánea el capitalismo funciona a través de una nueva forma de poder que evoca al Uno heideggeriano. Este modelo de vida inauténtico va más allá del uso puntual de la violencia: ésta es definida como una consecuencia de la impotencia, una herramienta neurótica nacida del fracaso a la hora de convencer. El poder máximo es aquel al que no se le opone resistencia. La coerción se produce, pues, a través de la sutil dinámica retratada por el filósofo de la Selva Negra: configurando mediante las habladurías (“lo que se dice”, “de lo que se habla”; es importante no confundir el término con los meros chismorreos) el ser-en-el-mundo del Dasein, el modo en el que interpretamos cuanto nos rodea.
Desde que nacemos nos encontraríamos pues arrojados en una sociedad que ha creado un modo de aprehender e interpretar cuanto nos rodea, en unos términos y desde una perspectiva. El modo de articular esa realidad en un lenguaje sería el siguiente paso, un lenguaje que a su vez apuntalaría esa estructura y determinaría el modo en el que aprehendemos conceptos futuros, inmersos ya en la dinámica del círculo hermenéutico; delimitando, si queremos decirlo con Žižek, los contornos de aquello que podemos hacer.
Han se distancia de nociones restrictivas del poder como las que podemos encontrar en Freud y Foucault, en los que la sociedad se retrata como mero aparato de represión: el poder es apertura, argumenta el surcoreano, la mera restricción no es poder auténtico sino simple dominio, violencia. El poder genuino no teme la acción porque esta se producirá por los cauces que ya ha construido.
Podemos encontrar en las recientes elecciones estadounidenses un ejemplo perfecto de esta situación: el status quo no teme la indignación ciega, la rabia contra la inestabilidad laboral y la ansiedad económica, como tampoco teme a los crímenes de odio, el desencanto contra la clase política o la pérdida de fe en el sistema. Toda esa frustración cristalizará finalmente no en un cambio del sistema sino precisamente en todo lo contrario: un reforzamiento del mismo en su cara más brutal, disfrazado de solución demagógica. Poder no es arrojar una legión de policías antidisturbios a dispersar una manifestación: eso es debilidad. Poder es que los millones de desafectos con el sistema elijan como presidente a un candidato que representa mejor que nadie al mismo sistema contra el que protestan. El poder, como argumenta el filósofo, produce libertad para estabilizarse.
Hay también un considerable esfuerzo para realizar una distinción clara entre poder e influencia. Para explicar este punto echa mano del planteamiento de Hannah Arendt por el cual un solo individuo puede ser influyente, pero por sí solo no puede generar poder: en esto Arendt es aristotélica, en cuanto el estagirita planteaba que el poder solo podía nacer en el seno de una comunidad racional y del lenguaje.
De este apartado podemos extraer una interesante conclusión con respecto a la falta de performatividad del movimiento 15M en España. Según Arendt, el poder de una organización no se puede reducir al poder de la opinión porque esta no tiene calidad estratégica, no resulta instrumental. El 15M tuvo influencia, no poder. El poder no puede ser puramente comunicativo o estar orientado estrictamente al acuerdo y el entendimiento mutuo. Žižek es particularmente crítico con esta dinámica organizativa, advirtiendo que deriva en clientelismo. No es el consenso, sino el acuerdo basado en transigencias recíprocas lo que, en cuanto a equilibrio de poder, constituye el actuar político. La política es una praxis del poder y de la decisión, y no cabe disociar la comunicación política del actuar estratégico. La ausencia de dicho actuar, de una praxis definida y de una estrategia performativa clara permiten entender mejor la deriva del movimiento.
Por último y en base al modelo de poder que impera en la sociedad, Han plantea una dialéctica de la globalización, a consecuencia de la cual lo que aparece en el horizonte es sobre todo un movimiento de desterritorialización que a su vez genera formas de reubicación: la principal estaría constituida por el espacio digital, en el transparente entorno de Internet y las redes sociales. La perspectiva de Han a este respecto, ampliamente descrita en El Enjambre y la ya mencionada La sociedad de la transparencia, es que dicha ubicación en el ámbito digital no produce un contrapoder sino todo lo contrario: lo refuerza.
FUENTE: REFLEXIONESTEMPESTIVAS BLOG, ALBERTO MORÁN ROA